LA CURVA NO COMULGA

EN | ES
Entrevista a Juan Donado Peris (b.2001), vive y trabaja entre Madrid, España.

Me encuentro con la artista Juan Donado Peris en su estudio en Servicios Generales, un espacio donde sus cuadros se amontonan en una extraña mezcla de discordia y fragilidad. Tacones puntiagudos se entrelazan con serpientes, cisnes, seres híbridos y delicados rostros, detalles aparentemente ajenos a la extrañeza de las escenas que protagonizan.

En sus pinturas de diferentes tamaños, se combinan elementos historicistas, aceros punzantes y cuerpos curvos, en una constante búsqueda por destapar la tensión entre la carne y el metal: “La verdad que soy un poco urraca: me gustan las cosas que brillan, lo histórico, los metales…”. Juan comenzó estudiando vídeo en la Escuela TAI, evolucionando progresivamente hacia la pintura, aunque manteniendo siempre un interés por una escenografía casi teatral. Influenciado por una mezcla de referencias, desde desfiles de moda, fotografía erótica de los 70 y trípticos religiosos, Donado juega con los contrastes, explorando los límites del cuerpo y la lucha entre lo orgánico y lo artificial. Sus personajes híbridos, entre lo humano y lo animal, parecen existir en un mundo distante y ajeno, inalcanzable para el espectador.

Hablamos durante un largo rato en el que Juan desenrolla lienzos ante mis ojos, señalando clavículas y piernas imposibles, figuras y posturas que se repiten en una constante obsesión por representar lo matérico.

El resto mejor se lo dejo a sus respuestas:  

¡Hola Juan! Estudiaste vídeo en la Escuela TAI, tras lo cual fuiste evolucionando a la pintura. ¿Cómo fue el proceso de pasar de un área a otra? 

Sí, empecé estudiando en la Escuela TAI, donde hacía sobre todo vídeo, aunque en un primer momento pensé en hacer arquitectura. El vídeo me gusta, me interesan las posibilidades narrativas que tiene para contar historias, la dirección artística, los vestuarios y trabajar en equipo. También me interesa aparecer como actor. No tanto ser yo la protagonista, sino que me imagino un personaje y a veces me veo a mí en ella.

Empecé a pintar más seriamente en el último año de carrera. Uno de mis primeros cuadros importantes fue una esfera que hice para mi proyecto final. Al principio, me interesaban escenas anacrónicas o aparentemente “insulsas”: bodegones o imágenes simples, pero con un pequeño giro que las hiciera interesantes. No quería caer en la obsesión por ser "original" todo el tiempo. Desde entonces, mi trabajo ha ido evolucionado hacia escenas más complejas, aunque siempre con personajes que parecen desprevenidos, como si no fueran conscientes de que los están observando, como si les observáramos a través de un cristal.


En el proceso de hacer tus cuadros más complejos, ¿cómo ha cambiado tu perspectiva sobre la estética pictórica?


Lo que siempre me ha parecido más importante en mi trabajo es la parte física, estética, matérica. Es ahí donde todo empieza y termina. Si esa parte se hace bien, creo que lleva implícito todo lo demás: no hace falta explicar nada. El mensaje, la intención, todo queda contenido ahí, en el nivel visual.

Hoy en día estamos bombardeados con imágenes, y eso lo complica todo. Mis primeros cuadros partían de algo mucho más simple. Recuerdo que comencé pintando escenas como un borriquillo o unos cabritillos, pequeñas imágenes anacrónicas. En ese entonces quería crear algo insulso, típico, casi como un bodegón que no tuviera relevancia. Quería que fuera deliberadamente simple, incluso banal, pero con un pequeño twist. No quería añadir más presión a esa idea de que hay que ser originales todo el tiempo. Me interesaba trabajar desde la pura estética, desde la decoración: lo bonito por lo bonito. Pero con el tiempo, eso fue cambiando, evolucionando.

He ido perdiendo un poco aquella simplicidad inicial. Mis escenas ahora han mutado. Lo que antes eran composiciones insulsas se han transformado en situaciones donde los personajes parecen no ser conscientes de que hay un foco sobre ellos. Me interesa que parezcan tomados por sorpresa, protagonistas colaterales de una narrativa que no saben que están protagonizando. Al final, creo que lo que busco es esa sensación de descuido, de naturalidad, como si yo mismo estuviera descubriendo las imágenes junto a ellos.



Tus cuadros reflejan un mix bastante anacrónico de referencias. ¿Dónde sueles buscar inspiración?

Uso muchas referencias a nivel cromático y compositivo. Por ejemplo, para los tonos de piel me inspiro en la fotografía erótica de los años 60 y 70, con esos colores cálidos y carnales. También tomo ideas de pasarelas de moda: combinaciones de colores como el azul aguamarina con coral como en el de Fendi otoño/primavera 2022 o los tonos tierra y blancos cremosos de Saint Laurent, otoño/invierno 2024. Estas referencias me ayudan a trabajar los contrastes entre lo natural y lo artificial, como el cuerpo humano y elementos metálicos.

Muchas de mis ideas vienen de referencias visuales que me impactan, aunque sean muy random o específicas. Por ejemplo, el cuadro de la esfinge surgió a partir de un tatuaje que una amiga mía, Alberto, diseñó. Otro cuadro nació inspirado en una pintura que vi en casa del tío de una amiga. Siempre hay un detonante, algo que me lleva a imaginar el resto.


Los metales tienen una presencia especial en tu obra, dándole un toque más violento a escenas en general bastante plácidas. ¿Qué te atrae de este material?


La verdad que soy un poco "urraca": me gustan las cosas que brillan, lo histórico, los metales… Me interesa el juego entre la carne y el metal. Me gusta mucho tirar de la física infusa implícita en las cosas. Por ejemplo, el metal (en formatos reconocibles como un tenedor) me transmite frío. Es un material que absorbe calor y vida, es ajeno a las emociones, al matar, y lo relaciono mucho con el hecho de que esté tan manipulado por el hombre (como figura masculina). Es como un topo de la naturaleza infiltrado en nuestro mundo para que nos destruyamos con él. Pero, a fin de cuentas, no deja de ser un objeto pasivo. Al final cada material tiene su lore. El cuerpo lo trato como otro material más; su interacción con los demás puede ser amable o agresiva, pero, de nuevo, esta agresividad no es desde la emoción, si no desde esta física infusa. El desgarro de la carne, la dislocación de las articulaciones o todo el juego de fluidos me parece muy interesante, aunque me siga dando bastante grima. Supongo que tiene algo muy medieval.

El tacón es el resumen y la reunión perfecta de todos estos temas. Me interesa explorar cómo el cuerpo puede ser transformado, elevado o incluso enfrentado a sus límites físicos, no tanto desde un masoquismo, si no desde ese interés físico. Incluir el tacón es elegir modificar los andares y la postura a través de ponerse un clavo en cada talón. El cuerpo no se llega a ensartar en esos clavos, pero la tensión existe y sus efectos siguen estando latentes. Incluso el propio objeto en sí mismo contiene esa potencia.

Al final soy muy de fijarme en las cosas por partes: muy de materiales, texturas y colores. A la hora de compones un cuadro no considero que trabaje con campos de color, pero sí con zonas que enfatizan una característica concreta, y que se van integrando unas con otras de forma orgánica.


Tus escenas suelen ser muy sinuosas. ¿Qué importancia tiene la curva en tu trabajo?

Siempre he sentido que hay una tensión particular entre la curva y la recta. La recta, en cierto sentido, parece ir a favor de esa idea de perfección, de algo rígido, directo y efectivo. La curva, en cambio, es todo lo contrario. La curva no comulga. Es más orgánica, más imperfecta, y quizás por eso me resulta más atractiva. Si lo que me gusta explorar en mis cuadros es el cuerpo, la carne, introducir trazos rígidos y rectos, casi como hechos con regla, me parece que no termina de encajar.

Una curva tiene una vibración propia; vibra más que una recta. La curva se mueve sola, como si estuviera viva. Tiene un dinamismo que siento que conecta mucho más con los cuerpos que suelo trabajar. Es como si la curva respirara, mientras que la recta simplemente... está.


Los cuerpos en tus obras tienen un aspecto casi escultórico, como si fueran tallados en mármol, con una presencia física muy marcada. ¿Qué buscas transmitir con estos desnudos?


El cuerpo es un elemento más, hacia el cuál obviamente proceso cierta empatía de más porque lo tengo y lo vivo. Pero no considero que se diferencie del cuerpo de un perro o del de una planta de guisantes. Es por esta cercanía por la que lo encuentro tan bonito y lo someto a distintos escenarios en los que exploto esta belleza.

He trabajado alguna vez de manera más literal con el imaginario del asesinato serial, de las autopsias y demás, pero esa agresividad humana explícita no me interesa tanto en mi trabajo. Es señalar donde no es. Aun así, sigo explorando este mundo a través de distintos materiales, escenarios, etc., así como a través de una especie de mapeo del cuerpo donde relaciono el lugar donde se ejercen las heridas con el significado que hay implícito.

En mis cuerpos suelen aparecer siempre detalles que me llaman la atención: la arruguita bajo la axila, el cuello, las clavículas, las rodillas… Siempre vuelvo a ciertas posturas que se repiten. En una ocasión, estaba trabajando en una obra en la que incluí todas estas ideas: un tragasables, un lacito hecho con una serpiente, algo natural introducido en un contexto que claramente no lo era… Y entonces lo vi claro. Ahí estaba la clave. Supongo que hay obsesiones que se van repitiendo en mi trabajo, es algo intuitivo que me lleva a elementos que me atraen por varias razones.


Ya has comentado que tus personajes están algo desubicados, situados en un espacio sin definir. ¿Qué buscas en estos no-lugares?

Me atraen mucho los espacios sin definir. Paredes enyesadas, monocromáticas, que comienzan a mostrar humedades en la superficie… Los tonos que aparecen ahí, casi al azar, me parecen muy intrigantes, llenos de matices. Es algo que me encanta, y en mis cuadros siempre busco que haya algo de eso: esa indefinición que, paradójicamente, transmite muchísima información.

Me gusta jugar con los tonos, con el contraste, pero sin llegar a sobresaturar la imagen de estímulos. Creo que hay algo poderoso en detenerse a observar un único elemento y sacarle todo el partido. Puede ser un blanco, un azul… no es necesario meter muchísimas cosas para lograr algo que funcione.

Esa falta de elementos no es una limitación, sino una manera de profundizar. Se trata de centrarte en lo que está ahí, en lo esencial, y permitir que respire. La indefinición, al final, es parte del lenguaje: un espacio que no está del todo definido puede sugerir mucho más que uno perfectamente construido.


Tus personajes híbridos, entre lo animal y lo humano, tienen algo inquietante y entrañable al mismo tiempo. ¿De dónde salen estas criaturas?

Una imagen que no puedo sacarme de la cabeza y que siento que resume de alguna forma lo que hago es la portada de un libro de cuentos, “Metamorfosis en el cielo” o algo así. La idea que transmite esa portada me encanta. Es como si condensara lo que intento crear en mis cuadros: un pequeño nido, íntimo, donde dos amantes medio pájaros y medio humanos, comparten un momento como frágil… Esa imagen tes poética y extraño, impacta visualmente, pero también es narrativa y deja espacio para que el espectador complete la historia.

Los personajes que pinto no suelen venir tanto de la mitología como de la animación infantil. Me interesa esa tradición de personificar animales o plantas, como en Alicia en el país de las maravillas. Pero no siempre los hago completamente antropomórficos. La idea no es convertirlos en personas como si eso fuera "ascenderlos" de nivel, sino darles una agencia propia, una manera de empatizar con ellos, de traducir sus lenguajes al nuestro. Por ejemplo, en un cuadro pequeño donde pinté una paloma, tiene un pollito entre los brazos. Es gracias a esos brazos que entendemos, en nuestro lenguaje humano corporal, lo que está ocurriendo: un gesto de cuidado, de ternura. Es como insertar una palabra de nuestro idioma en su universo, para establecer una conexión.

Estéticamente, me gusta jugar con texturas: las plumas junto a algo sin pelo, como si estuvieran en proceso de mutación. Pero siempre desde un lugar sosegado, sin forzar lo extraño. Me interesa que parezca natural, que no choque, aunque tenga algo inquietante.

Hay referentes que siempre vuelven a mi mente. Por ejemplo, Louise Bourgeois y su araña, una figura que parece fuerte pero también vulnerable. Recuerdo que una vez vi un boceto de una araña que hizo otra artista, donde las patas estaban hechas de pelo, y eso me fascinó. Fue Silvana Mangano, una actriz, quien me inspiró en ese momento, aunque no suelo trabajar con personas concretas. Aquel dibujo me pareció guay porque evocaba algo híbrido, algo que muta pero no pierde su esencia.


¿Crees que el arte religioso ha influido de alguna manera en tu trabajo?


Aunque no suelo trabajar con referencias cristianas directas, el arte religioso siempre me ha gustado. Fui a un colegio salesiano, y los colores, composiciones y escorzos siempre me llaman la atención y me impactan. Por ejemplo, la paleta de colores pastel, como los tonos azul claro, amarillo y rosa, aparece en varias de mis piezas.

No me interesa el discurso moral o de denuncia, no creo que vaya sobre un rollo pecaminoso. Más bien, me atrae explorar el cuerpo como algo puramente físico, sin connotación espiritual. Me gusta mostrarlo como un objeto más en el entorno, sujeto a los mismos límites y reacciones que cualquier otro material.

Finalmente, ¿Qué planes o sueños tienes en mente para el futuro?

Me gustaría seguir explorando la cerámica y la escultura. Trabajar en 3D me ayuda a entender mejor los volúmenes y a experimentar de una manera más física. Antes solía pintar solo cosas que consideraba "dignas" de ser pintadas, pero ahora trato de dejarme llevar más, de entender el proceso como una evolución continua.

Entrevista por Whataboutvic. 27.01.2025










RATO AO SOL is a Luso-Spanish platform for the emerging arts, founded by curators Francisca Portugal and Whataboutvic.

rato@ratoaosol.com

︎︎︎ Newsletter
︎︎︎ Instagram