Entrevista a Maya Pita-Romero (b. 1999), vive y trabaja en Madrid, España.
Entrar en el taller de Maya Pita-Romero es como sumergirse en un universo hipertrofiado habitado por peculiares seres de todas las formas y tamaños. Todo en su taller parece tener vida, de una manera burbujeante, pegajosa, y desconcertante-pero-amistosa.
Quedo con la artista en la entrada de Servicios Generales, un espacio colaborativo que comparte con algunas de sus amigas artistas. Tras estudiar Bellas Artes en la Escuela Tai, Maya fue residente en Casa Antillón durante el otoño de 2023, y abrió la exposición individual “Desde dentro, parece que brota algo” en la Galería El Chico a finales del mismo año. En sus instalaciones y esculturas, la artista explora imaginarios inquietantes y viscosos que investigan las relaciones y formas de consumo contemporáneas, como me explica por encima de un café y un brownie recién horneado. Su práctica señala un camino hacia el cuidado y la sostenibilidad, también en el arte: "Si estamos tratando de crear formas de vida más ecológicas, no tiene mucho sentido que las obras de arte se conserven durante cientos de años". Mientras conversamos, comienzo a percibir su trabajo como un proceso continuo, un ser vivo en sí mismo. El viaje comienza dentro de su nevera, que está repleta de ollas y frascos llenos de todo tipo de sustancias en descomposición, listas para ser transformadas en piezas tridimensionales. Sus esculturas, talladas en materiales orgánicos como algodón y semillas, llenan el espacio con su presencia inquietante, un enredo de flores de látex y poliéster. Incluso las sábanas familiares entrelazadas en sus piezas más recientes proyectan el principio creativo inherente en su práctica: las sábanas como una segunda piel, y la piel como medio de protección, transmitida de una generación a la siguiente.
La suya es una oda a todo lo que es viscoso, resbaladizo y extrañamente suculento, de la manera más radical posible. Aquí tienes un adelanto:
Entrar en el taller de Maya Pita-Romero es como sumergirse en un universo hipertrofiado habitado por peculiares seres de todas las formas y tamaños. Todo en su taller parece tener vida, de una manera burbujeante, pegajosa, y desconcertante-pero-amistosa.
Quedo con la artista en la entrada de Servicios Generales, un espacio colaborativo que comparte con algunas de sus amigas artistas. Tras estudiar Bellas Artes en la Escuela Tai, Maya fue residente en Casa Antillón durante el otoño de 2023, y abrió la exposición individual “Desde dentro, parece que brota algo” en la Galería El Chico a finales del mismo año. En sus instalaciones y esculturas, la artista explora imaginarios inquietantes y viscosos que investigan las relaciones y formas de consumo contemporáneas, como me explica por encima de un café y un brownie recién horneado. Su práctica señala un camino hacia el cuidado y la sostenibilidad, también en el arte: "Si estamos tratando de crear formas de vida más ecológicas, no tiene mucho sentido que las obras de arte se conserven durante cientos de años". Mientras conversamos, comienzo a percibir su trabajo como un proceso continuo, un ser vivo en sí mismo. El viaje comienza dentro de su nevera, que está repleta de ollas y frascos llenos de todo tipo de sustancias en descomposición, listas para ser transformadas en piezas tridimensionales. Sus esculturas, talladas en materiales orgánicos como algodón y semillas, llenan el espacio con su presencia inquietante, un enredo de flores de látex y poliéster. Incluso las sábanas familiares entrelazadas en sus piezas más recientes proyectan el principio creativo inherente en su práctica: las sábanas como una segunda piel, y la piel como medio de protección, transmitida de una generación a la siguiente.
La suya es una oda a todo lo que es viscoso, resbaladizo y extrañamente suculento, de la manera más radical posible. Aquí tienes un adelanto:
@ Goro Studio
Querida Maya! tu trabajo ha evolucionado mucho en los últimos años, pasando de la pintura a la escultura y la instalación mixed-media. ¿Puedes hablarnos sobre este proceso de cambio y qué lo inspiró?
Realmente, creo que no puedo incluir la pintura como parte de mi práctica, pero sí como algo que me llevó a querer dedicarme a la creación artística. Habiendo explorado un poco el mundo de la pintura, sentía que no sabía contar desde ahí y empecé construir piezas volumétricas. También me impulsó el interés por materiales nuevos y biomateriales que me permitían hacer piezas que se escaparan de las dos dimensiones. Así empecé a hacer piezas más escultóricas, pensando también en el espacio. Lo que me llevó también a interesarme por algo más instalativo y a mezclar diferentes lenguajes.
¿Quiénes son tus principales referentes? En tu estudio mencionaste varios, desde filósofas y artistas mujeres hasta novelas de ciencia ficción y de fantasía romántica...
Siempre me gusta tener a mano mis referencias o cosas que encuentro que me llaman la atención por alguna razón. Ya sean libros, artistas, películas, texturas o incluso plantas.
Me suelo fijar en referencias que sean viscerales y viscosas, como es el trabajo de Mire Lee, una artista coreana que últimamente estoy siguiendo de cerca. Otras artistas que también me flipan son Sarah Lucas, Mónica Mays y Eva Fábregas. También soy bastante friki de Cronenberg, aunque a veces me cuesta un poco ver sus películas por lo gores que son. Pero me fascina toda la filosofía y conceptos que hay detrás, me hacen pensar.
Últimamente estoy leyendo a Marosa Di Giorgio, porque creía que iba a ser una lectura un poco más ligerita pero después de leerla me quedo un buen rato pensando, eso me gusta. Creo que de lo que he leído pondría como referentes también a Ariana Reines, Donna Haraway, Octavia E. Butler, Rebecca Tamás…
Hablemos de los materiales que usas. ¿Por qué esa tendencia hacia lo orgánico, lo perecedero y hasta lo repugnante?
Me interesa que las piezas estén vivas de alguna manera y no acaben siendo otro residuo más. Creo que, en el momento en el que vivimos, no tiene demasiado sentido que las piezas se conserven cientos de años como llevamos haciendo todo este tiempo. Si estamos intentando crear formas de vida más sostenibles y ecológicas, entiendo que el arte no puede escapar de eso. Esto me ha llevado a trabajar con lo orgánico y en consecuencia, con lo podrido o lo repugnante. Es algo que casi no estamos acostumbradas a ver y creo que en cierto modo nos aterra un poco.
También tengo que decir que, más allá de intentar ser ecofriendly, es un proceso que disfruto bastante. Me gusta observar cómo van cambiando las texturas y colores de los materiales orgánicos, cómo reaccionan con el ambiente. Más de una vez he tenido que enfrentarme a plagas de mosquitos y hongos, pero los colores del moho son una pasada.
@ Sergio Pradana
Me contaste que tus obras varían considerablemente dependiendo de dónde fueron creadas, influenciadas por la humedad y otras condiciones ambientales. ¿Te interesa específicamente esta mutabilidad? ¿Concibes tus obras en relación a entornos específicos?
Creo que es una consecuencia de los materiales que suelo utilizar, ya que son bastante impredecibles y dependen de factores ambientales. Por ejemplo, hay materiales que se secan mucho antes en verano que en invierno, y el resultado es diferente. Muchas veces siento que trabajo para el material y no el material para mí, lo que me parece muy interesante. Dejar que actúe solo, observar y ver cómo adopta unos ritmos de producción distintos a los míos.
En "Marañas que lamen mi piel" (2022) investigas la relación entre el cultivo de algodón y el ciclo menstrual. ¿Te interesa plantear así una reflexión más amplia sobre ciertos modos de producción contemporáneos? En particular, ¿querías investigar esto en relación con un sesgo de género?
Son temas presentes en este proyecto, sea cual sea mi intención principal. Tocando el tema de la menstruación es inevitable pensar en la producción masiva de productos para la regla, como son los tampones y las compresas, que no son ni buenos para nuestra salud ni para el planeta. Se necesita mucho algodón para fabricarlos y todos los meses necesitamos comprar estos productos. A pesar de que otras opciones como la copa menstrual aparecieron a finales del siglo XIX, no han sido tan conocidas hasta hace unos años. Son productos más duraderos, más ecológicos y mejores para las personas que menstruamos.
Para este proyecto mi investigación se centraba más en otros aspectos que tenía más que ver con los ciclos vegetales y humanos que se acaban mezclando a causa de un cuidado aséptico, tanto del cuerpo como del campo. Como decía antes, la regla es un tema que ha sido muy comentado y reivindicado desde hace muchos años, y que contiene numerosas connotaciones. Pero, al menos en este proyecto, creo que no tenía tanto sentido hablar de géneros sino de cuerpos.
En el estudio dijiste que habías 'masajeado' estas esculturas con pesticidas, un componente táctil que me parece muy interesante. ¿Es importante para ti involucrarte físicamente en el proceso de creación de tus obras? ¿Crees que hay un elemento de performatividad en esto?
En estas piezas en concreto, creo que sí que hay cierta performatividad más allá de que han sido creadas casi sin ninguna herramienta o utensilio. Cuando utilizaba el pesticida era un momento bastante tranquilo, me tomaba mi tiempo, como si estuviera acariciando algo. Pensaba también en la vida de las piezas, imaginándome casi como una criatura a la que estaba cuidando, irónicamente, con sustancias tóxicas. Al igual que pasa en los cultivos de algodón, que se “cuidan” con productos químicos.
En general, suelo trabajar bastante con las manos. Creo que así entiendo mejor los materiales, al estar en contacto directo con ellos, y me siento más cercana a la pieza que estoy creando. A veces me resulta incluso violento usar herramientas para manejar materiales que tienen o parece que tienen vida.
@ Sergio Pradana
Dada la dimensión sensual de tu obra, ¿qué importancia le das a la reacción de los espectadores? ¿Tienes la intención de activar una relación sensorial entre las piezas y los visitantes?
Me interesa generar cierto extrañamiento, ya sea por la textura, el olor o la forma. Busco generar piezas que quieras tocar o a las que quieras acercarte más para poder entender realmente de qué y cómo se han hecho.
Muchas veces, por el hecho de tener una estética más visceral, pueden causar un poco de rechazo al principio, pero hay cierto morbo hacia lo extraño o lo abyecto. Este rechazo también me ha pasado a mí. Pero al estar dentro del proceso de creación de forma tan cercana lo acabo viendo como algo bello, que es lo que intento que el espectador acabe encontrando en las piezas.
Habiendo incorporado mantas de algodón tejidas por tu bisabuela, ¿dirías que te sientes atraída por elementos tradicionalmente asociados con la artesanía femenina, como el cuidado y el bordado? ¿Hay una razón por la que elegiste un objeto que pertenecía a tu propia familia?
Las mantas de mi bisabuela fueron un hallazgo que llegó justo cuando empecé a trabajar con el algodón, y de manera intuitiva sentía que tenían mucha conexión con mi trabajo. Además, como comentaba antes, intento no generar demasiado residuo y reutilizar cosas. Nadie usaba ya estas mantas, así que, ¿Qué mejor que darlas una nueva vida?
Los cuidados son un tema latente en mi práctica, y esto me llevó a pensar en la manta como símbolo de protección y de cuidado. Considero esta práctica tradicional como una forma de cuidado, ya que mi bisabuela tejió estas mantas para mi abuela, mi madre y mi tía.
Ahora sigo investigando el significado de esta práctica y de estos objetos desde varias perspectivas, mezclándolos también con otros materiales. Pienso más en estas mantas como unas segundas pieles que construimos.
En tus obras recientes, has estado explorando el látex, un elemento que te atrajo por su simbolismo y cualidades biológicas. ¿Puedes explicar más sobre este interés y cómo has integrado este material en tu práctica?
Llegué al látex partiendo de las mantas, entendiéndolas como una segunda piel. Las plantas que generan látex, lo expulsan cuando son rasgadas o pinchadas. Este líquido, al secarse, crea una capa protectora sobre esta herida, que de alguna manera es como una segunda piel.
Relacioné la idea de la herida del cuerpo y de su abuso con este mecanismo de defensa de las plantas. Entonces empecé a jugar con el látex para conocer un poco más el material, y ver qué posibilidades tenía relacionándose con lo textil.
Por otro lado, es un material que proviene de las plantas, por lo que es orgánico. Sin embargo, la forma en la que lo podemos comprar ya ha sido procesado de alguna forma o ha sido fabricado sintéticamente. En un principio quería ser fiel a que todo mi trabajo fuera orgánico y perecedero y me costaba seguir por el camino del látex. Hasta que me di cuenta de que lo que también era importante para mí eran los materiales que cambian con el tiempo, como es este caso, y que vayan en consonancia con el discurso.
¿Por dónde crees que se va a dirigir tu práctica en el futuro? Mencionaste que te interesaría combinar tu trabajo plástico con la escritura, el audio y la exploración de obras inmersivas…
No tengo tan claro hacia dónde se va a dirigir mi trabajo. Tengo muchas puertas abiertas todavía para seguir trazando el camino. Y, por supuesto, muchas ganas de seguir y ver hacia donde voy. Pero sí que últimamente me siento muy atraída por la escritura y por probar nuevos medios, también para salir de mi zona de confort porque sino me parece aburrido. De una forma más teórica, si que me cuesta más adivinar qué investigaré en un futuro. Muchas cosas parten de descubrimientos a veces fortuitos, aunque siempre hay intereses latentes. Estoy expectante por ver qué nuevas cosas descubro y por seguir explorando caminos nuevos.
Texto y Fotos por Whataboutvic
@Goro Studio
@ Goro Studio
@ Roberto Ruiz